domingo, 11 de enero de 2009

Transporte urbano

Uno tras otro, los buses que circulan afuera emiten sus fuertes y molestos sonidos. Motores acelerándose en exceso no evidencian mas que el sentimiento de superioridad que albergan quienes los conducen. A esta hora, tres quince de la tarde, el tráfico aún está fluido en la once avenida de la zona uno. Cuando den las cinco y la circulación se complique se iniciará el concierto cotidiano de bocinas, especialmente las tocan con rabia los choferes de las camionetas, que estarían bien en una carretera abierta pero no en estas angostas calles urbanas.
También comenzará la tarea de los "brochas" para llenar los buses al doble de su capacidad: "por favor señores, colaboren...joven de la camisa azul córrase que hay espacio...vayan haciendo la doble fila...colaboren, colaboren". Es increíble observar como un insignificante personaje se transforma sin más en aquel que domina a su antojo a los pasajeros que, con tal de llegar pronto a sus hogares, le obedecen sin protestar.
Los que ya no pudieron entrar se atreven a viajar colgados en las gradas de los accesos, sobresaliendo imprudentemente de la cara lateral del bus sin medir el peligro al que se exponen.
Por supuesto, los empresarios del transporte urbano y los conductores muy bien, gracias.
Esta es tan solo un asomo al mundo del transporte público de la ciudad de Guatemala, descontrolado y dejado a la buena de dios por quienes deberían regularlo. Pero deberiamos estar contentos porque la ciudad está dirigida por uno de los tres mejores alcaldes del mundo (según una de aquellas encuestas por mail, pues).

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